Misa de cuerpo presente
Quedaba un eco reforzado en letanía
Reverberando en la cúpula del templo,
Y estrofas graves del réquiem se oían
En música sacra mezclada en versos
Que bien tocaba! El capellán su órgano,
Él tan melancólico, rechoncho y sudoroso
Y que encorvada, se reflejaba a luz de velas
Su temblorosa sombra, sobre el muro viejo
Fúnebre lírica ardía alrededor del cuerpo
Invocación que resonaba fría por la nave,
Luctuosa unción eran los rezos y plegarias
Que salían del púlpito e iban arriba a la atalaya
Como ecos que hacían vibrar los vidrios catedrales
Y buscando escape, huían por la torre al campanario
Arriba en diálogo arrancaban las campanas
Con su tan, tan, doblando sin repique
Mientras colgaba el campanero de las cuerdas
Enloquecido rebotando de sotana y de sandalias
Adentro, estaban las beatas de alta alcurnia
Con refulgentes y brillosos ojos rojos
Que sollozando escudriñaban tras los velos
Sin parpadear curiosas contemplando
A la llorona sollozando de ojos secos
Que esbelta figura y fina cintura tenía esa viudita,
Lucía ojerosa y de una extrema palidez alabastrina
Sobre su muerto se desbrozaba ella,
Cual rosa desmayada y bella
Cubriéndole la cara con su cabellera negra
Lo despedía delirante besándole la fría mejilla
Qué cuadro lúgubre el del difunto y su mujer
De ojos abiertos él, e impresionante rostro exánime
Yacía sobre el mármol yerto, perfilado y narizudo,
Iluminado con luz de claraboya y cirios
Los ojos de la gente mientras en ellos puestos
Desorbitados se abrieron casi a un mismo tiempo,
Al ver que el muerto abrió la boca haciendo muecas
Saliendo de ella un gutural, “perdóname”
Luego de súbito abrió él sus glaucos ojos secos
Y miró fijo el rostro pálido de su viuda
Que iluminado estaba por una luz intensa
Que reflejaba las partículas dispersas
Suspendidas en el aire espeso de la iglesia
En una mezcla del humo de llamas tímidas de velas
Con penetrante incienso, azahar y mirra,
Aroma de bálsamo de lirios blancos y rosas pálidas
Donde flotaba el cuerpo del difunto en nebulosa blanca
Dice la historia…
Que en esa misa de cuerpo presente
Se enloqueció aquella viudita,
Al ver que de entre las enmantonadas
Una de ellas bañaba en lágrimas el pie del féretro
Clamando a gritos, suyo al difunto
Y se retorcía la otra entre sollozos
Confirmando así los comentarios
De la doble vida que tuvo el difunto;
Tampoco quedaron ocultos
Ni el amor, ni los tres hijos
Que con la otra procrearon juntos
Cuenta la historia…
Que la espeluznante viuda aun deambula
Entre las calles como alma en pena,
Y por las noches en aquel pueblo
Y alrededores de aquella iglesia
Cuando el surazo del mes de junio
Bailando azota los altos muros del campanario,
Allí redoblan haciendo eco
Los bronces secos sobre los techos
Y a media noche
Cuando las calles ya están desiertas,
En las losetas retumban pasos
Y huecos se oyen unos finos tacos
Que se apresuran junto a las ráfagas
Del frío surazo que canta y silva
Y como aullando ese viento pasa
Diluyendo música, quejido y versos,
Con el tenue llanto de la llorona,
Quien sollozando niega el perdón
Que implora el hombre de la voz ronca,
Mientras los perros ladran y aúllan
Con frío estáticos en las esquinas
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