Quiero contarles un breve relato de cuando andaba yo peregrinando por el lejano Oeste Americano. El foco de este relato es el Armadillo. El armadillo es un animal huraño, astuto, también llamado Tatuay, Tatú, o Quirquincho (según lo llaman los quechuas). Su parte dorsal esta cubierta por una armadura ósea de bandas móviles transversales y de acuerdo a la región puede tener de 5 a 9 bandas. De cuerpo pequeño, ojos rasgados, pezuñas con garras, y aunque tiene patas cortas esto no le impide que se mueva con gran rapidez. Es habitante de tierras tropicales y áridas. En las naciones andinas, especialmente en Perú, Bolivia y Argentina, el caparazón del armadillo es utilizado para construir un instrumento musical llamado el charango, semejante a una guitarra pero de reducidas dimensiones, compuesto de cinco ordenes de cuerdas que producen un sonido muy agudo. El armadillo es originario de Suramérica y se extiende hasta el sur de Norteamérica. Tiene hábitos nocturnos y durante el día permanece en su madriguera, la cual excava en la tierra a mediana profundidad. Se alimenta principalmente de insectos, hormigas, termitas y otros pequeños invertebrados. La especie de 9 bandas puede inflar sus intestinos con aire y flotar para cruzar ríos; además puede realizar una apnea de 6 minutos, logrando cruzar por el fondo de pequeños ríos. Cuando se asusta sale corriendo ruidosa y violentamente por el bosque. Puede saltar entre 90 y 120 cms de altura en el aire, siendo un particular peligro en las carreteras (road-kill). Este animal tiene un comportamiento extraño y es difícil de capturar. Los lugares donde estuvo cazando un armadillo quedan en evidencia por pequeñas excavaciones en el suelo y aunque no emite sonidos, resopla mucho cuando caza. Como su visión es limitada, en la noche puede hasta tropezar con una persona inmóvil, y de eso se aprovechan los indígenas sabidos. Pero al moverse la persona el armadillo salta, sale corriendo y no se deja agarrar, la única forma es extrayéndolo de su madriguera.
Mi interés por este animal, se inició cuando yo era estudiante de medicina en el nordeste brasileño y nos enviaban a las clínicas de lepra; allá me inquietó el que muchos de los que allí habían contraído dicha enfermedad consumían carne de armadillo, corroborando con muchas investigaciones científicas que habían hallado el bacilo de la lepra (Mycobacterium leprae) en la piel y membranas mucosas de dicho mamífero, y a quien también se le considera como posible portador del Tripanosoma cruzi el cual es causante de la enfermedad de Chagas.
Ya cuando anduve por Norteamérica y México, pude darme cuanta que especialmente en Yucatán es una preciada pieza de caza, por lo sabroso de su carne. Así como también en las regiones de Texas y Nuevo México, es un platillo muy codiciado. Lo cocinan en su propia caparazón, la cual es tan gruesa que sirve de recipiente para cocinarlo a la brasa. Los indios de las tribus de Texas y Nuevo México, en su perspicacia (la cual pude yo aquilatar observando sus hábitos) me enseñaron una gran lección que muchas veces me salvó a mí del hambre atroz que me dio por esas desérticas tierras; tierras inhóspitas, con viento que aúlla, con tormentas de arena, y tierra que se enrojece en el horizonte; llenas de cactus, de serpientes, coyotes y armadillos.
Estos indios han desarrollado una forma muy interesantes de sobrevivir. Son poco receptivos, pero muy perspicaces, confían desconfiando. Sólo me dejaban aproximarme a ellos cuando uno de sus congéneres se enfermaba de apendicitis, malaria con fiebres altas, o dolores atroces de abdomen. Cuando ellos con sus combinaciones de diversas plantas emplastadas en rodajas de cactus no lo podían curar, entonces, aunque desconfiados, ya al final cuando el paciente estaba moribundo, me dejaban a mí aproximarme y actuar de alguna forma para poder curar algunos de los enfermos.
En una de esas tantas veces que pude interactuar con los indios, tuve la oportunidad de observar la manera particular como uno de ellos celebraba su cacería, y me impresionó verlo en su choza frente al río, como se los relato a continuación
El indio reía con placer y picardía. Alternando, él se sentaba y se erguía, caminaba y daba pasos cortos y suaves, y otros largos y firmes; inhalaba hondo contrayendo los músculos abdominales, resoplando como acomodando la comida que tragaba, y volvía a sentarse sobre una roca grande ubicada frente al río casi seco y a medias aguas, de suave corriente y mucha espuma en las orillas.
Había escasez de agua y comida, poca lluvia, y mala cosecha de maíz; eran tiempos difíciles de vacas flacas. Todo el año de sequía la tribu sufrió de hambre, pero ahora el problema de la comida se había resuelto utilizando el ingenio del indio para la caza y captura del armadillo con su nueva táctica.
Y seguía hablando solo y caminando, dando pasos al trotecito sintiendo que había recobrado la fuerza muscular que tenía debilitada antes del manjar; y se decía repitiendo, "je, je, si se come bien, se piensa bien, se siente uno bien, se guerrea bien, y se ama muy bien". En esto pensaba mientras canturreaba, cuando de súbito se escuchó el tropel de los caballos que galopaban a lo lejos y la algarabía de los indios que casi llegaban al hogar. El aguzaba el oído utilizando un cono al que arrimaba a un tronco hueco y seco de cuatro metros de altura, y que al tope tenía un embudo gigante abierto al cielo para amplificar y escuchar mejor los ruidos. Pensativo y con más prisa, seguía comiendo su bocadillo. Tenía sobre las brazas crepitantes un tatú patas arriba, cocinándose en su propio caparazón, humeante y jugoso, doradito y oloroso.
También al lado había puesto una piedra laja cobriza, delgadita, de dos pies por uno, asentada a un pie de distancia por encima de las brasas y sobre la piedra tenía dos pescados cocinándose. Las brasas humeaban al gotearles el aceite del pescado y el viento suave que soplaba del lado naciente del sol frente al río, se llevaba el humo espeso hasta la cara del indio, y este le hacía el lance al humo y tosía y se reía, y se reía. En su festín murmuraba entre dientes mientras comía. A su lado izquierdo tenía una totuma hecha de un mate, grande, bien pulida. Ahí echaba las espinas grandes del pescado que comía, y escogía las más duras para usarlas como agujas en la costura de sus vestimentas y atuendos.
En su canturreo entre dientes decía, "así se agarra al tatú, lo agarré, lo agarré por la cola, lo agarré". ¡Era un festín! Y monologaba mientras se deleitaba con su festín, "lo agarré por la cola", lo agarré así, como agarré al político cacique con mi técnica. Con cutuchi o sin cutuchi lo agarré".
Volviendo al tema del armadillo, estos indios tienen una técnica que se llama "la técnica del desarme", por medio de la cual virtualmente desarman al armadillo para poder sacarlo de su madriguera, quizás de ahí es de donde proviene su nombre, supongo.
Este animal cuando escucha ruido o ve movimiento de gente aproximándose, se esconde y se mete a su guarida en la tierra. Los indios de aglomeran a gritos atrás del armadillo y observan donde este se mete, para así ubicar su escondijo. El armadillo tiene su forma natural de protegerse; cuando el indio mete la mano a la cueva para sacarlo, le agarra la cola para extraerlo, pero el armadillo automáticamente ancla sus garras en la tierra y ejerce tal fuerza, que es imposible sacarlo. Es cuando estos indios muy sabidos, usan "la técnica del desarme" del armadillo de una forma muy interesante. Esto me recuerda mucho a mi pueblo, en las regiones del Beni, del Río Mamore, los nativos de esas tierras también tienen una forma muy similar para cazar al armadillo. Ellos capturan un reptil que vive en las tierras secas que se llama Cutuchi, que también habita en las tierras de Texas y Nuevo México.
Lo que ellos hacen, cuando no pueden sacar al armadillo jalándolo de la cola porque se ancla con sus garras en la tierra, agarran un cutuchi y lo impregnan en manteca para que quede resbaladizo, lo meten en la cueva y el cutuchi se va como guiado por el olfato y por el tacto (porque el cutuchi no tiene ojos), hasta llegar al ano del armadillo, para finalmente introducirse ahí. El armadillo una vez que es tomado por sorpresa y estando anclado en la tierra de la cueva, al sentir el cutuchi que se le entra, encoje las patas y desancla las garras de la tierra, y va aflojando y saliendo automáticamente de retro calladito a ver lo que sucede. Allí es cuando los indios se le lanzan y lo capturan, e inmediatamente lo pelan, lo cocinan, y se lo comen, porque para ellos es todo un manjar.
Esta técnica del desarme del armadillo utilizando el cutuchi, pienso yo que sería aplicable a algunos políticos que están anclados, encuevados y no quieren salir de su madriguera; bien les vendría esta técnica para poderlos sacar y extraer de sus guaridas.
Lo curioso del paralelismo que yo encuentro en estas culturas indígenas tan distantes una de la otras es, primero, la perspicacia y la habilidad del indio que tiene su inventiva en su código genético, la cual es fruto de la adaptación natural; segundo, es la similitud en el uso del cutuchi. Este pequeño reptil también tiene en su muy simplificado código genético esa habilidad o ese tropismo ya ganado por su evolución, de introducirse por los pequeños orificios. Este reptil en su época muy temprana, aprendió a detectar a través del tacto y del olfato los olores de los indios cuando estaban en posiciones fecales, y era así como se les introducía el pequeño reptil a los indios mientras defecaban en el oscuro monte. Del mismo modo esta evolución, esta adaptación y este tropismo por los orificios pequeños, al ser ciego y solamente guiado por el olfato y tacto, los ha hecho muy útiles en las tierras grigotanas para descubrir a los malhechores que andan por los matorrales en búsqueda de las doncellas. Estos malhechores son como tatúes que andan pelados en plena fechoría, salen asustados dando gritos de entre los matorrales cuando el cutuchi se les mete, delatando su crimen.
Pero por la fuerza de la necesidad y el hambre, estos indios realizan la cacería del tatú o armadillo usando "la técnica del desarme", cuando no encuentran cutuchis, se embadurnan la mano de manteca y agarrando al armadillo por la cola, le meten el dedo por el ano, desarmando al armadillo y sacándolo a tirones.
Esta técnica, yo creo, se usa en la política, cuando alguien quiere tomar ventaja o aprovecharse de alguien; poniendo en evidencia o en jaque a algunos políticos, descubriendo sus asuntos más privados e íntimos, o sus temas delicados. Esto equivaldría, diría yo, a meterle el dedo de manera figurada y desarmarlos o sacarlos de sus puestos o guaridas. Algo similar ocurre cuando se somete a alguien a una extorsión haciéndolo pagar grandes sumas de dinero, sacando ventaja de su vulnerabilidad.
Los políticos usan también esta estratégica técnica, que consiste en poner en evidencia los secretos de alguno, las mañas, las transacciones ocultas, los tratos y los convenios, ponen al descubierto a los vulnerables, colocando en evidencia los malos manejos y las podredumbres, señalándolos y apuntándoles con el dedo para sacarlos de sus puestos. Como lo que ocurrió en Italia con Berlusconi y en el estado de California (EEUU) con Schwarzenegger. En otras palabras se señala y se les saca de una forma simple; ellos salen por voluntad propia de su dominio, se retiran avergonzados, descubiertos y algunas veces arrepentidos de lo que hicieron mal. El paralelismo de "la técnica de desarme", usada por los indios de West Texas, Nuevo México, los Chapotecos, Quepiches y los Guarayos, así como la de muchas tribus en el Caribe, con lo que sucede en la política y valga la pena decirlo, en muchos aspectos de la vida.
A los políticos habría que someterlos a ese tipo de tácticas para retirarlos de sus puestos cuando ellos cometen errores de abuso, corrupción, mal manejo, etc. Cuando se les descubre la podredumbre y todas las acciones en contra de la gente quien supuestamente fue quien los colocó donde están; habría que descubrirlos, hacerlos vulnerables y ejercer la presión que sea necesaria para de manera fácil, sacarlos de sus dominios, o de sus cuevas, donde con el poder siempre se anclan, como el tatú en su cueva.
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