He visto morir el cuerpo
Sentí también su alma etérea
Desprendiéndose del muerto
Con una mirada eterna…
Que hoy revive en mi memoria
¡Se quedó en mis manos yerto!
Allá por el año 92,
En esa casa de ancianos,
Pocos, diciéndole adiós
Y pensé en lo más profundo,
A que vine yo a este mundo
Si no puede curar
A ese pobre enfermo
Un sacerdote, el difunto y yo…
En conclusión, fuimos tres,
¡Y me tocó a mí lo peor!
Pues yo le cerraba a él la vida
En acta de defunción,
¡Mientras en mejor prerrogativa!
El padre lo santiguaba
¡Y le abría la vida a Dios!
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