(Médicos, enfermeros y agentes de salud, con noble misión,
son primeramente mensajeros de Dios.
A ellos les toca velar por los otros.)
Neonato fallece de tétano umbilical en el hospital Dona Constanza,
en Maceio-Al, ubicado al noreste brasileño, en Feb 7, 1977.
Al sonar tres campanadas…
Del campo al pueblo llegaban
a las tres… de madrugada,
en agua bendita bañada
y tibia aún entre sábanas
envuelta a la niña llevaban.
De espástica y marmórea tez
la moribunda criatura,
poco a poco se apagaba;
y sus pupilas fijas ya
opacas apenas miraban
al médico erudito
que la examinaba.
Sus ojos grandes
que ya no lloraban
del pálido rostro
¡bellos resaltaban!
Y un olor y un frío
que muerte anunciaban
el cuarto llenaban…
Venían de tan lejos
de los municipios
en donde no hay nada
en busca de médico
y con gran desatino
auxilio imploraban,
padre, madre, hermanos,
todos sollozaban.
El fino galeno
con tantas teorías
eximio explicaba,
con triste mirada
de faz derrotada
suave comentaba:
“Yo mucho lo siento
no puedo hacer nada”.
¿No fue vacunada?
Aunque vienen tarde
habéis hecho bien
en traer a la niña,
el tétano es grave…
El cura rezaba
¡la niña expiraba!
Los ojos de Dios
en la niña puestos,
Él la reclamaba
para sus acervos,
del cielo mil ángeles
hacia el cielo abierto
a la niña llevaban.
Y tañendo campanas
dos mil querubines
se regocijaban
con la niña hermosa
que al cielo ¡ya entraba!
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